martes, 8 de noviembre de 2011

Soldado


Era una mañana de enero en aquel frió páramo desgastando por la batalla, recode en los días felices como aquella mañana desayunando con mi mujer mientras mis pequeños correteaban por el salón y recibí esa maldita llamada que me trajo a este infierno salvaje alejado de la mano de dios y sin posibilidad de escapar, pero por mucho que lo piense en esos días felices todo vuelve a la realidad, dura y atenuante realidad, metido en esta zanja cual rata maloliente entre explosiones y disparos, rodeado de cadáveres de amigos y compatriotas y pienso porque yo?..., habiendo cientos de hombre mas valientes que, pero no le encuentro sentido todo me iba bien hasta esa llamada y de este infierno solo se sale de dos formas, o muerto o luchando hasta el final.
Cogí mi fusil comprobé la munición, apenas veinte balas, sonreí pensando en el futuro que me esperaba al otro lado de la trinchera, accione el percutor, me puse ese maldito casco y me dije a mi mismo: -Prefiero morir luchando que en esta maloliente trinchera-. Me levante empecé a correr hacia el grupo de árboles de enfrente, savia que era una locura pero me daba igual, corrí como nunca avía corrido antes, de lejos se oía la voz de mi sargento gritando mi apellido una y otra vez, pero no era momento de escuchar si no de actuar, corría por la maleza, me golpeaba con las ramas, chocaba contra los arboles seguí y seguí hasta que tuve a la vista ese maldito nido de ametralladoras que tantos de mis compañeros se había llevado, salte dentro, solo tres hombres en ella, asustados pues no savia ni quien era ni de donde había salido, mientras trataban de coger sus respectivos fusiles apreté el frió gatillo abriendo fuego contra ellos, pero con aquellas veinte balas apenas mate a dos de ellos, el tercero aprovecho tal momento para abalanzarse sobre mi, yo no pude reaccionar era rápido , demasiado astuto y fuerte, forceje con el, lo golpeaba, pero de nada servía y estaba demasiado motivado como para morir a mis sucias manos, ya pasaba por mi mente la muerte, me daba rabia de no poder ver como mis hijos iban a la universidad, como les enseñaba a montar en bicicleta, enrabiado desenfunde ese roñoso cuchillo de la pernera y lo clave en su pecho, vi en sus ojos como se iba poco a poco, se sentó en el suelo, saco una vieja pitillera de latón, encendió un cigarro, le dio una calada y se quedó inmóvil mientras sus ojos marrones oscuros me miraban y balbuceo sus ultimas palabras: -Mutig für einen so jungen- (valiente para ser tan joven) sonrió y cerro los ojos poco a poco hasta que no quedo aliento dentro de el, miré a mi alrededor y vi soldados corriendo de un lado para otro, balas silbando, voces y lamentos, las explosiones ya no se sentían, cogí aquella desgastada y pesada ametralladora la puse hacia el lado del enemigo, y pensé... -Ahora si estoy preparado para mi destino-, gire la cabeza y hay estaba lo que quedaba de mi batallón sonrientes y mi sargento me miro y dijo: -Tienes agallas Ramírez, si señor, no e visto persona mas loca y valiente en mi vida, descansa soldado te lo as ganado-, me senté cogí la pitillera de aquel alemán saque un cigarro y lo encendí, mientras mis compañeros levantaban un fuerte desde el que enfrentarse al enemigo, pero no era momento para florituras, me levante agarre una de las armas de mis enemigos la cargue y me apoye en esos sacos de arena dispuesto a matar a todo aquel que se interpusiera entre yo y mi posibilidad de volver con mi familia.

Esta entrada es de un buen amigo llamado Pedro, y una mención especial por ayudarnos a publicar la entrada nº 71

domingo, 6 de noviembre de 2011

Mata-bestias: El comienzo


A día de de hoy, recuerdo como una tormenta como esta azotaba nuestro barco, se podían ver los truenos caer con tal claridad que asustarían al mas temerario, las nubes negras lloraban a lo alto con la fuerza de mil demonios, el viento soplaba con una fuerza insoportable que casi no podíamos mantenernos en pie, las olas subían a bordo y lo inundaban todo.
Ya estábamos calados hasta los huesos mientras que nuestro capitán gritaba las ordenes de un lado a otro, cuando de repente, aviste dos destellos de un color rojo carmesí y justo cuando estaba a unos metros del barco pude ver dos ojos en los que se veía reflejado el mismo infierno, era una bestia marina, escamosa desde el hocico asta el final de su cola que asomaba violentamente por encima del agua, también pude ver unos dientes grandes y afilados, y una aletas en el dorso de la bestia, tenia un aspecto casi dragonesco... En ese momento se lanzo hacia mi con una furia incontrolable, me agarró por el torso con la mandíbula.
Podía notar su asqueroso aliento a pescado podrido.
Imbuido en el miedo empecé a intentas deshacerme de esa prisión asfixiante de dientes, pero no pude, en ese momento calme la mente y me di cuenta de que estaba solo en esto, ninguna mano divina vendría en mi ayuda y me rescataría de esas fauces infernales. Entonces con gran esfuerzo conseguí desenfundar una espada corta que llevaba en el cinto y la inserte en su ojo derecho que me salpico la cara con su espesa sangre de un color rojo muy oscuro, la inserte una vez mas y la bestia empezó a aflojar la mandíbula, entonces la removí con furia, en ese instante la bestia callo al agua liberándome totalmente y haciéndome caer en la cubierta del barco. Exhausto y temblando me levante como pude y me dirigí a ver el estado de la bestia, pude ver como se hundía hacia el fondo con su ojo todavía brillando en la oscuridad del mar, mirándome fijamente, podía notar como se clavaba en mi hasta el momento en que desapareció, segundos después empecé a marearme, a sentirme mal, al momento todo empezó a nublarse, ya no me sentía en mi cuerpo, hasta el momento que todo se oscureció...
Días después desperté en cama, mareado, solo podía recordar ciertos momentos de lo sucedido, levante la vista y allí estaba el capitán con un vaso de su mejor ron en la mano y bebiendo a tragos largos, en ese momento me miro dubitativo y me dijo:
-Buenas marinero. Gran hazaña la tuya. Mira lo que te sacamos de un costado... Me sorprende que no estés muerto-
Y mire a su mano y pude ver un gran colmillo casi tan grande como una daga. Estaba tan atónito y cansado que lo único que podía hacer era quitarle el vaso de la mano y darle un buen trago a ese ron...