domingo, 10 de enero de 2016

Encuentros con la señora Muerte.

No es de extrañar que muchos al menos una vez en nuestra vida hayamos tenido alguna experiencia cercana a la muerte, o como yo lo llamo, un encuentro furtivo, deseado o no, fruto del destino o mera coincidencia de variables que te permitieron llegar hasta ese punto en blanco en el que sientes que hasta ahí llega tu alma, que no puedes dar siquiera un paso más o respirar una vez más, o lo que es aún peor, ese momento en el que te despiertas en la camilla de un hospital preguntándote donde estas y que es lo que había pasado. 
No quiero llevarlo hasta el extremo del despertar en un hospital, ese lugar tan agradable de paredes frías y fragancias agradables, como esterilizantes y alcohol. A lo que yo me refiero, o de lo que quiero hablar, es sobre esos momentos que estas tan enfermo en tu casa, tan solo e indefenso ante una simple gripe, que se te pasa por la cabeza la idea de morir, sea en broma o en serio. ''¡Ahh, joder, mejor muerto que estar sufriendo así!''
Si cogemos ese caso como ejemplo, empecemos por la historia completa. Estas con tus amigos una noche de fiesta, diversión, mucho alcohol en el cuerpo y tonterías en la cabeza. Digamos una de esas buenas noches en las que en ningún momento se te pasa por la cabeza el volver a casa y cuando al día siguiente te despiertas en tu casa con una resaca milenaria ni siquiera sabes como llegaste ahí. Justamente ese día, el día siguiente de la noche llena de locura es el punto clave de nuestra historia. Estas cansado, tu cuerpo intenta recuperarse después de la horrenda ingesta de alcohol a la par que intenta estabilizar los signos vitales y para dejarlo claro, despertar como un sistema nuevo. Pero surge un problema, esa noche de fiesta hacía frío, tanto frío que ni te diste cuenta con todo lo que llevabas encima que tus defensas estaban demasiado borracho como para protegerte y fallaron. 
Ahora, a parte de la resaca, a parte de la sensación asquerosa que sientes en la boca por todo lo que bebiste, sientes la horrible sensación de sequedad, porque empiezas a resfriarte, un virus normal y corriente empieza a copiarse en tu cuerpo, atacando tus defensas para hacerte un daño mayor, mientras tus aún borrachos anticuerpos intentan luchar contra el virus sin conseguir una victoria suficientemente significativa. Y antes de que caiga la noche, estas en tu cama sin fuerzas, con fiebre, con una sensación horrible en la boca, con una sed inhumana y un tal agotamiento que ni puedes tomar los medicamentos tu solo, sino que tiene que venir alguien de tu familia a ayudarte con ello. 
Primera pastilla, un inofensivo paracetamol para bajar la fiebre, seguido de mucha agua. Al cabo de cuatro horas, sientes la garganta hinchada, te cuesta tragar, beber o engullir cualquier alimento o bebida, ahí es cuando entra el señor ibuprofeno, para quitar el dolor porque al fin y al cabo es un analgésico. Al día siguiente, la cosa no mejora, el paracetamol aunque te quite la fiebre antes de que puedas tomarte otro, esa vuelve y es aún más alta que la anterior, el ibuprofeno poca cosa hace y tus amígdalas se van hinchando más y más.
A esto, le sigue una visita rápida al medico de cabecera, tienes una amigdalitis de cojones, junto con una faringitis aun peor a causa de la primera ya mencionada, deciden darte antibióticos(amoxicilina) y te desean una feliz recuperación mientras te despiden y llaman al siguiente paciente, seguramente enfermo de lo mismo(no os creeríais la cantidad casos de resfriado común que un medico de cabecera o uno de urgencias puede atender durante las épocas frías, es bestial). Total, la cosa ahora se ha vuelto chunga, tienes que tomarte tres pastillas, el paracetamol, el ''nuevo ibuprofeno''(que ya no te sirve el normal, así que te recetan otro analgésico más fuerte) y el antibiótico, todos acompañados de comida ligera, abundante agua y reposo durante 10 días, dependiendo de tu estado súmale 4 días de más o menos, porque cada persona se cura de manera diferente. Al cabo de dos días de tratamiento notas una mejora impresionante, pero aún así sigues con mucosidad abundante y la tos se vuelve dolorosa y también con mocos y pus(lo llamo el pack sorpresa) y decides hacer otra visita al medico. Este como no, para que mejores de manera inmediata te receta un par de cosas más. El señor antihistamínico y la señora jarabe para la tos. Al cabo de un par de días más empiezas a notar que la cosa va mejorando, la fiebre va bajando, el hinchazón de garganta también, pero empieza a pasarte otra cosa, y es que tu apetito ha bajado. La comida por muy buena pinta que tenga, no te llama, y tu hambre... digamos que no es la de un lobo feroz, más bien es la de un pajarito asustado, además que el hecho de comer... no te acaba de convencer, no te acaba de sentar bien, no sientes dolores estomacales fuertes, pero si molestias, inquietud, ir al baño no es una gozada como lo era antes. Tus padres empiezan a preocuparte y te dicen que tomes un protector estomacal, después de tantas pastillas es normal que el estomago este resentido, así que, que mejor solución que otra pastilla que es igual de milagrosa que el ibuprofeno, solo que con tomarte esa, bebas lo que bebas, comas lo que comas, siempre estarás protegido, es como el actimel de los adultos. En fin, el punto está en que ahora se ha sumado un medicamento más a tu rutina, vamos a enumerarlos. A las 8 de la mañana(digamos que te despiertas a esa hora, que sabemos que nadie lo hace salvo los abuelos, pero es un caso hipotético no me miréis mal) tienes que tomarte un, omeprazol, junto con el antibiótico y el paracetamol, a las 12 tienes que tomarte el analgésico, llamémoslo ibuprofeno 2. 1, a las 16 otra ronda de antibióticos y paracetamol, a las 20 otro ibuprofeno 2.1. a las 12 concluyes tu día con otro antibiótico y paracetamol. Así que, en 16 horas acabas bebiendo, 9 pastillas( si es que aún se contar) y un jarabe para la tos que te lo tomas 3 veces al día también. 
Y solo al cabo de una semana más o menos, acabas recuperándote de unas simples, pero puñeteras anginas/ resfriado común. 

La conclusión a todo esto, y el porqué llamé este artículo ''Encuentros con la señora Muerte'' no es para hacer un recuento de los medicamentos que ingerimos diariamente o por temporadas, porque una persona a lo largo de un año es posible que pille 3 resfriados de media, si se cuida 1, si no se cuida unos 4 -  5, depende de la persona y sus defensas básicamente. Sino que la conclusión de este artículo de opinión, es más bien por expresar mi gran pesar, desacuerdo y desagradable experiencia, porque cada ves que tengo un resfriado común, sea por el mismo resfriado o sea por los medicamentos, acabo teniendo momentos en los que deseo estar muerta antes que seguir sufriendo. No estoy en contra de la medicación, es un gran avance y estoy segura de que seguirán saliendo medicamentos beneficiosos para nuestra salud, tampoco estoy quejándome de su abuso. Simplemente, quiero deciros queridos amigos, que quizás a la larga, me siento peor por todo lo que tomo para sentirme mejor. Y eso, es una sensación mucho más desagradable que el propio resfriado común en si. Porque cuando más deseo encontrarme con la Señora Muerte, no es cuando tengo fiebre y simplemente quiero dormir y descansar, sino cuando después de tomar todos esos medicamentos, después de que se me haya pasado el resfriado y salgo con mis amigos a comer algo bueno para celebrarlo, empiezo a tener cólicos y dolores infernales estomacales, convirtiendo momentos agradables y felices con mis amigos, en momentos desagradables y odiosos, porque nadie puede hacer nada por mi y me niego a tomar más medicinas para sentirme mejor. Momentos en los que sientes tanto dolor estomacal e intestinal, que te vuelves quisquillosa, estas de los nervios, estas enrabiada, estas literal y simplemente adolorida hasta el punto de odiar todo y a todos los que te rodean. Y en esos momentos, es cuando preferiría estar muerta a seguir sufriendo sin poder hacer más por mi misma, porque la razón de mi malestar, no es nada más ni nada menos aquello por lo que aposte para que fuera mi cura durante un simple resfriado. 



Con mucho amor y simpatía, 


Un ser humano que odia tomar medicamentos y desear encontrarse con la Señora M. 

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